lunes, febrero 13, 2006

CRISTO MUERTO SOSTENIDO POR UN ÁNGEL (CRITICA PINTURA)



El cristo es verde, el angel blanco y todo el cuadro tiene un halo existencialista en pleno siglo XV.

Es una pequeña tabla de no más de 40 x 80 cms. Está compuesta, a pesar de la gravedad y la documentación del tema, con los mínimos elementos posibles: dos. Y eso porque un cristo descendido de la cruz necesita un apoyo físico para sostenerse. En un tema tan delicado, los artistas han inventado más bien poco. Es bien sabido quienes estaban junto a la cruz y esos son, en Giotto o en Van der Weyden, los que aparecen. Puede haber personajes de más, que perfeccionen la composición, pero siempre están, al menos, la Virgen, María Magdalena y San Juan. Y los personajes secundarios con nombre propio: María de Cleofás, Salomé, José de Arimatea y Nicodemo. Pero en este caso, Cristo aparece solo con su dulce ángel fracasado. Y toda la atención se centra en los rostros: el ángel lloroso y ausente, Cristo moribundo, con la boca abierta y los ojos cerrados.

¿Qué momento se representa?

Podría ser que Cristo ya esté muerto, como dice el título y se podría suponer por estar ya descendido de la cruz. Pero su figura resulta incomprensiblemente fuerte, con el cuerpo que se mantiene por sí mismo erguido. Además, el ángel no hace fuerza. Está abandonado a la pena, desconsolado, mirando hacia el vacio, a un lugar que queda un poco más allá del pie izquierdo del espectador.

Quizá Cristo no esté muerto. Sabe que va a morir y ya sólo le restan fuerzas para mantener el torso erguido. Pero, si no está muerto, ¿qué hace fuera de la cruz? Sería una escena incoherente con la historia, una situación nueva, ajena al relato bíblico y a la lógica de la crucifixión. De ser así, la tabla, pese a la impactante presencia física de los cuerpos y a la sencillez compositiva de sus elementos, mostraría una escena simbólica. Cristo se ha bajado de la cruz o Cristo ha cambiado la cruz por su ángel.

Mi interpretación es que se trata de una crucifixión, pero Antonello de Messina le ha bajado porque para representar todo la hondura de la crucifixión la cruz le sobra.

El cuerpo de Jesús es un cuerpo aún firme, al que sin necesidad de transparentar la musculatura se le nota la tensión, pero al que su última fuerza sólo le sirve para mantener verticales el tronco y la cabeza. Ya no domina las manos: la derecha doblada hacia dentro, apoyada en el asiento, la izquierda, torpemente dibujada, muerta sobre el muslo. La mínima fuerza que le queda es la de su pensamiento: se nota que siente su dolor, que anticipa su futuro y que está comprendiendo, ya sin fuerzas, el porqué. Esa comprensión es tan intensa y tan fugaz, que la concentración de los ojos se escapa por la apertura de la boca y, da la sensación de que a esos labios tan pálidos ya sólo les queda un último aliento o, quizá, que estamos asistiendo, en este mismo instante, a la expiración que transporta su sentido. A su lado, el angel es sólo un muchacho rubio que asoma su ala de ave del paraiso y llora porque, aunque se le escape el porqué, también conoce la historia y su final. Sólo él asiste a este absurdo e, incapaz, desciende su mano hasta el codo de Cristo para taparlo suavemente con un velo azul. El sentido se adivina en el rostro del moribundo, o en el último aliento de un muerto, pero no es comunicable más que en la imagen misma de un ángel desconsolado y fracasado que sostiene a un moribundo que sabe porqué está muriendo.

Conviven, al tiempo, las sensaciones de lo absurdo y lo previsto. Un absurdo previsto. Un inevitable fallo en la lógica de la vida exige un misterioso sacrificio humano. El sacrificio de uno sólo en nombre de todos. Y ese misterio, y su aceptación en lo más íntimo de ese rostro que expira, lo elevan y lo convierten en divino.

El cuadro debería titularse: Cristo muriendo, aunque supongo que ninguna modestia artística puede permitirse un título así.

5 Comments:

At 5:28 p. m., Blogger heptafon said...

En realidad, no tengo mucho que añadir a la crítica. Sólo señalar que hay un cuadro de Van der Wayden en el Prado digamos sobre el mismo tema, el descendimiento del cristo donde en efecto aparecen todos los secundarios. Por ello la atención no recae tanto en Cristo muerto y queda como principal motivo el dolor de los presentes, especialmente el de María.
Además así sabes que alguien te lee. ;-)

 
At 5:45 p. m., Anonymous Anónimo said...

Gracias, Hepta. Al enterarme de tu lectura lo releí yo y lo encontré algo oscuro. He revisado el documento para que sea más legible (espero).

 
At 11:01 a. m., Anonymous Anónimo said...

30] Escrito por: El Crítico Constante - 2 Enero 2006 11:35 AM

Lo paradójico es que si apuntas al centro no entras, te quedas fuera. Bajo esa diana estrellada se encuentra lo que más odia un islamista y más quiere un cristiano: el apéndice que sirve para ilustrar ideas músicas (tipo fantasía), aprender a amar la haute cuisine y tomar en cuenta que la carencia puede llevar muy lejos. Un organum insoportable para el Islam, que sólo come cordero. Nosotros, gracias a dios, nos lo comemos todo. El azul, color-emblema de Europa, nos viene de Oriente. No es nuestro porque no hay --hasta 1820 aproximadamente-- azul entre nosotros. Los azules son orientales y egipcios, fritas de vidrieros y esmaltadores obtenidas de cristales semipreciosos que los mercaderes de la Ruta de la Seda nos enseñaron a apreciar. El mejor azul de todos era el que se obtenía en las montañas del norte de Afganistán, azul de ultramar, un polvo brillante y traslúcido de una radiación azulada imposible de obtener por otros medios. Cristales azules que se pesaban y contrataban antes de comenzar el cuadro, véase Cenino Cennini. Un azul espléndido que es, realmente, el color del cielo mirando al lado contrario al sol, donde alcanza su mayor intensidad la radiación, pero que no se puede mezclar con aceites porque se altera de inmediato, volviéndose un verde apagado y tristón. Gran reto que los pintores del pasado supieron resolver felizmente, por suerte para todos nosotros. Los azules de Venecia, de la pintura veneciana, puro lapislázuli, puro azul ultramarino. Nuestro Velázquez, aún más grande que los venecianos porque desnuda la pintura de hojarasca decorativa, siente pudor ante el esplendente azul y, por mucho que admira a Tiziano, lo rebaja con su punta de azurita y cenizas de lapislázuli. Un azul-gris, como la vida misma.
¿Y todo este rollo por unas bragas azules? Lo mío es de juzgado de guardia.


[57] Escrito por: El Crítico Constante - 2 Enero 2006 12:23 PM

[36] Ya sé que he debido profundizar más, pero es que sólo soy capaz de hacerlo con el objeto delante. Tal vez he explicado mal lo del azul --he dado por supuestas algunas cosas-- lo que quiero decir es que hasta la síntesis química que obtiene artificialmente el llamado azul de cobalto en Francia hacia 1820, todo el "azul auténtico" (designación antigua para el ultramar) que consumen nuestros artistas viene de Oriente. No hay yacimientos de lapislázuli en Europa, o no se han explotado. Como sustitutos se emplearon básicamente dos azules: el de azurita, un resinato a partir de las sales del cobre (Cu2+3(CO3)2(OH)2 contiene el 69.2% de cobre, el 25.6% de CO2 y el 5.2% de agua. Soluble en ácidos) altamente venenoso por inhalación y contacto, y el azul de esmalte que, como su nombre indica, era una frita potásica con sales de cobalto utilizada por esmaltadores y vidrieros, muy inestable y con tendencia a tornarse oscura y verdosear en aceite.
Estos azules, sabiamente manejados por expertas manos y aislados del contacto con los aceites en el cuadro, se utilizaban como sucedáneos o "alargadores" para abaratar costes (el lapislázuli siempre fue carísimo, como he dicho es una piedra semipreciosa molida) y también para servir de base a unas finas svelature de azul auténtico ("¿Veladuras? ¡Treinta o cuarenta!" --decía Tiziano).
Al fresco o al temple, estos azules falsos son muy estables. A pesar de ello, se hizo alguna machada incorporando azul ultramar a pinturas al fresco, sin duda para deslumbrar por el gasto que suponía.
Para que se haga una idea: Goya, que murió en 1828, todavía utilizó los azules naturales, pero sus discípulos, Lucas y Alenza principalmente, incorporan pronto a sus obras el nuevo azul sintético o azul francés.

 
At 10:47 a. m., Anonymous Anónimo said...

"¿Otra copia? ¿Antonello da Messina?
Cristo muerto sostenido por un ángel, digo.
Sólo lo he visto en reproducciones. Si hubiera podido escoger a un pintor para que pintara mi retrato, lo habría escogido a él, dice. Pintaba como si estuviera imprimiendo palabras. Todo lo que pintaba tenía ese tipo de coherencia, de autoridad; las primeras imprentas aparecieron en su tiempo.
Vuelve a bajar la vista al cuaderno.
No hay piedad en la cara del ángel, ni en sus manos, dice, sólo ternura. Has captado esa ternura, pero no la gravedad de las primeras palabras impresas. Ésa ha desaparecido para siempre

 
At 12:23 p. m., Anonymous Anónimo said...

Olvidé escribir la referencia:
"Aquí nos vemos", John Berger

 

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