miércoles, febrero 01, 2006

VANIA EN LA CALLE 42 (1994) CRITICA DE CINE


De Louis Malle, autor de Ascensor para el cadalso, Atlantic City, La Pequeña, Adiós muchachos y Herida. Basada en la obra teatral de Chejov, Tío Vania.
La vimos en los cines princesa de Madrid, durante la Semana Santa del 95, en versión original con subtítulos en castellano.

TEMA:
En la finca familiar de su primera mujer, se instala el anciano erudito Serebryakov con su joven y hermosa segunda esposa. Allí, ellos y los habituales residentes: su antigua suegra, que le adora, y, sobre todo, su propia hija Sonya y su excuñado Vania (e incluso el doctor Astrov que le atiende) verán sus vidas transformadas enfrentándose todos ellos a sus cruzadas pasiones amorosas, de las que todos saldrán heridos, aceptando su trágico destino común: mantener con dignidad su frustración.

ANÁLISIS.
Esta película es una obra mayor, al menos porque inventa un tipo nuevo de arte que no es ni cine teatral ni teatro filmado. Pero además por la profundidad del tema, la elegancia y la brillante y original sencillez del tratamiento cinematográfico, por la dirección férrea e invisible y por las magníficas interpretaciones.

La película empieza con imágenes en teleobjetivo de la cotidianidad de las calles de Broadway. Entre las gentes se van individualizando algunas personas: son actores que van a ensayar. Se encuentran en la puerta del teatro. Llega también una invitada que quiere asistir al ensayo. Todos pasan al viejo teatro destartalado. Van hablando de sus cosas, de la hora a la que se han levantado y de lo mucho que trabajan. Uno se tumba en un banco. La mujer más mayor y el hombre más joven hablan a su lado. El le cuenta que ensaya tres obras a la vez y que no para, que ya no es el que era, que se siente cansado y desilusionado. Ya estamos en la obra. Desde ese momento, sin transición él será el doctor y ella la vieja criada.

Es, pues, un ensayo teatral filmado en el que se entra sin solución de continuidad con lo anterior y en el que las únicas interrupciones serán para cambiar el decorado o darse un breve descanso entre actos. Las escenas teatrales están filmadas mediante planos medios y cortos que fotografían tanto a quien habla como las reacciones de quienes escuchan.

La primera escena presenta los personajes y anticipa los conflictos. Por lo que se supone la entrada de la casa, donde la vieja criada y el doctor comenzaron la conversación, van pasando los personajes para contarnos cómo les ha cambiado la vida la llegada del profesor y de su mujer, cuáles son sus ilusiones y qué lugar ocupan en sus vidas. De un modo igualmente sutil, el más secundario y humilde personaje nos cuenta su ridícula historia. Carapicada se casó con una mujer que no le quería y que lo abandonó el primer dia. Desde entonces no ha dejado de cumplir con los deberes a los que se comprometió en la boda y, a pesar de que ella se fue a vivir con otro hombre y tuvo con él dos hijos, no por eso Carapicada la dejó en la estacada:

-"Ahora ella es vieja y su hombre murió. ¿Qué le queda? Nada. A mi al menos me queda la dignidad".

Aunque ni el espectador ni los protagonistas lo sepan, esta historia resume la situación de todos los personajes y tal vez de todos los que asistimos al espectáculo desde fuera. La vida es una derrota contra el querer que se nos escapa. El único éxito radica en la elegancia con que se asuma el fracaso.

En la segunda escena, la acción se traslada al gabinete del profesor, de noche, donde este intenta trabajar junto a su mujer. La primera empezaba con los personajes más secundarios, que hablaban de sus vidas desde el contraste con las de los protagonistas, con cómo les habían cambiado los hábitos (la vieja), chupado la vida (Vania), dado un sentido (la madre), despertado el deseo (Vania y el doctor). Esta comienza con los personajes principales que hablan de si mismos. En eso consiste su principalidad. La bella indolente no hace nada porque su perezosa belleza le basta para mover el mundo a su alrededor. El sabio pedante parece bastarse porque su vanidad intelectual se alimenta del contraste con la incultura de los demás. Pero ni lo uno ni lo otro. El profesor es viejo y torpe. Su hermosa mujer se aburre añorando un hombre más joven, en contacto con el mundo, capaz de creer en lo que hace.

La primera escena coincide con la primera llegada del doctor La segunda con la segunda visita. En medio se ha convertido en el objeto de deseo de las mujeres y en el único personaje aparentemente positivo.

Este segundo acto establece las complicidades y las relaciones:
- Sonya y su madrastra, conjuradas para que la madrastra se entere de si el doctor quiere a la muchacha. Una complicidad que nace desde la seguridad de la imposibilidad de esa ilusión juvenil que no es sino la forma exac-ta de la frustración de la mujer adulta que sabe que es ella la amada y la amante de ese amor imposible e inmerecido.
. Sonya y el doctor Astrov, cómplices del supuesto fin de la desilusión y el alcoholismo del médico, con los que ella espera acabar en nombre de su hipotético futuro compartido, y que el acepta de un modo momentáneo en busca de una autoafirmación que no va dirigida hacia ella.
-El viejo profesor y la vieja criada, cómplices en su vejez, sus dolores y sus simples y piadosas soluciones

En la tercera escena se produce el desenlace. Las cartas se pondrán sobre la mesa. El trasfondo económico y el sentimental salen a la luz y la situación se hace insostenible. Los extraños visitantes tendrán que largarse.

El lío amoroso se resuelve: la bella madrastra, que se ha planteado traicionar a Sonya, hacer caso a sus propios deseos y plantearse su relación con el doctor, vence sus tentaciones y muy digna le plantea al médico el problema de su hijastra en términos claros que el médico entiende como una sutil declaración encubierta, declarándose él a su vez descaradamente. En el cruce de deseos desbocados y actitudes gallardas, ambos acuerdan su inminente separación pero se conceden el dulce premio de un beso. En ese momento aparece Vania que obviamente les ve a todos con su peor apariencia: a ella como una mujer indolente, que vive sólo para la satisfacción de sus caprichos, incluso al coste de traicionar para ello la confianza que todos, y especialmente él mismo que la ama de un modo manifiesto, han depositado en ella, a él como el falso amigo capaz de anteponer sus deseos a sus al-tos ideales políticos y personales.

El malestar que la indolencia y el egoismo del profesor crea entre los demás llega a su límite cuando les propone vender la finca , invertir el dinero y vivir de las rentas. Vania, harto de su cuñado, estalla, clarifica el origen ma-terial de la finca como dote que su hermana aportó al primer matrimonio, la legitima propiedad de su sobrina, y la caradura de plantearse destruir su modo de vida. Todo para satisfacer la vanidad del intelectual que sólo se ve a si mismo viviendo lujosamente en una ciudad, después de habérselo podido permitir durante años precisamente gracias al esfuerzo cotidiano y la prudente gestión de todos los que viviendo y trabajando en la finca habían entregado sus vidas al esfuerzo de que él realizara la gran obra que no fue capaz de escribir. El discurso de Vania, que viene de soportar la escena del doctor y su cuñada (Estoy escribiendo esta frase, son las ocho de la tarde del viernes 24 de noviembre de 1995 y oigo la radio. Acaban de comunicar que Louis Malle ha muerto. Sabía que estaba muy enfermo. De cáncer linfático. Es duro que haya muerto. Pero es hermoso pensar en una vida que sirve al menos para que otra esté escribiendo sobre lo que creó en vida, así que en este momento asisto y formo parte de una forma de inmortalidad, de la única que está a nuestro alcance. El propio Malle me había hecho pensar sobre esto mismo en Herida), llega hasta el límite, drástico y ridículo de intentar inútilmente asesinar al profesor y suicidarse.

Finalmente, los extraños se van. Las ilusiones se van. Quedan en la finca los de siempre. Y la vida de siempre: trabajo, monotonía, la consciencia de ser seres dolientes, ajenos al paraíso. Sonya se encargará de dar el último discurso y de redondear el mensaje. Nuestra única ilusión es que en algún otro mundo por fin se haga justicia.

APENDICE
(Sólo puedo lamentar el tiempo que he dejado pasar desde que vi la película hasta hoy, 27 de junio de 1995. Más de dos meses y muchas películas es demasiado para intentar recomponer ahora ni aunque sólo fuera someramente el caudal de ideas y sensaciones que esta película desencadenó en nosotros (a Raquel también le encantó).
Sigo el 12 de noviembre de 1995. He vuelto a verla esta mañana en el video de Eva y Vega. No eran las condiciones más idóneas pero mejor eso que nada.)

1 Comments:

At 7:46 p. m., Anonymous Anónimo said...

Recuerdo que me sorprendieron los actores. Uno es habitual en papeles cómicos en las películas de Woody Allen y Juianne Moore se libró de ser recordada únicamente por su triangulillo pelirrojo. Gracias a esta película, además sabemos que es una buena actriz.

 

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